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Sabores de Córdoba

De la íntima percepción a la creación más sincera

Por Ramón Montes Ruiz.

Si nos adentramos en la búsqueda del tratamiento del bodegón como tema artístico entre nuestros pintores contemporáneos, nos encontraremos con un pintor singular que lo ha tratado con un gran acierto y valor estético, se trata de Francisco Cosano Moyano, que nació el diecinueve de febrero de 1949 en Fernán Núñez, pueblo de la campiña cordobesa, que emerge entre hermosos y apacibles verdes y ocres de sus campos, y que ostenta una de las mayores nóminas de artistas contemporáneos de la provincia. Aunque en su ambiente familiar no tiene unos antecedentes artísticos, él siempre reconoció y manifestó su tendencia hacia el arte.

El dibujo se convirtió desde muy pequeño en su inquietud y su interés emocional. Tras cursar los estudios de Magisterio, pasó a la Escuela Superior de Bellas Artes “Santa Isabel de Hungría”, en Sevilla, donde obtuvo la licenciatura correspondiente en 1973. Fue en esta época cuando pudo tener un mayor contacto con el mundo del arte y desarrollar sus más íntimas aspiraciones, comenzando una carrera artística amplia y personal.

Junto a sus deseos como creador, también latía en él su dimensión docente, no en vano tenía formación pedagógica por sus estudios y conocía la grandeza de la transmisión de los conocimientos y la cercanía humana que ofrece la educación. Comenzó entonces su dedicación como profesor en el Instituto de Enseñanza Media de Rute, compartiendo el trabajo docente con su creación artística. En sus clases, fue observando que las enseñanzas que había recibido en Sevilla eran demasiado académicas, y que constreñían la creatividad y la técnica, lo que le hizo sentir la necesidad de indagar en nuevos caminos creativos, tanto en sus propios trabajos como en su enseñanza. Dotado de un espíritu inquieto e innovador, oteó en su entorno los estímulos plásticos que más le seducían, y fue experimentando con técnicas que verdaderamente la satisfacían en su sensibilidad, buscando una mayor consonancia entre su personalidad y su obra; todo ello en la búsqueda de una pintura personal y sincera. En este periodo realizó obras como Paisaje ruteño, Bodegón y Naturaleza muerta.

En 1977 participó con su obra Aristocracia en la Exposición de Primavera de la “Galería de Arte Manuela” de Córdoba, obteniendo el tercer premio, así como una buena acogida por la crítica y el mundo artístico cordobés. En esta obra ofrecía una clara muestra de su nuevo camino en el que las novedosas formas, la luz y el color, se articulaban para mostrar un fuerte contenido simbólico. En el verano de ese mismo año viajó a Italia con la finalidad de disfrutar y aprender de los maestros italianos y dejarse enamorar de las veladuras, como huella y técnica que estará siempre presente en sus obras.

De vuelta de Italia aprueba las oposiciones a Profesor Agregado de Bachillerato, siendo destinado a Jaraíz de la Vera (Cáceres) durante dos años en los que desarrollará una intensa producción artística. En enero de 1978, presentó una exposición individual en la “Galería de Arte Manuela”, con dieciocho pinturas de sugerentes títulos como: Alienación, El poder del sueño, o Comediantes,…; serie en la que era patente su preocupación por intectualizar su obra, fundamentalmente a través del uso de materiales pictórico creados por él; y dar a conocer “su mundo” a través de la figura humana libre de elementos circunstanciales. A esta primera exposición individual le seguirían otras: en Aula de Cultura de la Caja de Ahorros de Plasencia, 1978; Sala de Exposiciones del Ayuntamiento de Fernán Núñez, 1981; Universidad de Córdoba, 1983; “Galería Aben Cález”, Fernán Núñez, 1985; Galería Studio 52, Córdoba, 1986; y ONU-GATT, “Salón de los Pasos Perdidos”, Ginebra, 1986. Igualmente participaría en numerosas exposiciones colectivas.

Dentro de esta dilatada producción merece mencionarse la valiosa acogida de la crítica y los premios recibidos, entre los que a modo de ejemplo citaremos: Finalista “Premio Focus”, Sevilla, 1988; Premio “Club Pineda” XXXVIII “Exposición de Otoño”, Sevilla, 1989; Mención de Honor (medalla de plata) en “Pintores para el 92”, Córdoba, 1988, 1989 y 1990; y Premio Fiambrera de Plata del Ateneo de Córdoba, 2019. Dentro de su diversa producción es igualmente mencionable su labor como ilustrador, destacando entre otros trabajos su colaboración con la publicación “Cuadernos de Roldán” desde su fundación en Sevilla, en 1988.

La trayectoria académica y profesional de Francisco Cosano es amplia, junto a su labor creativa y su labor docente hay que mencionar su labor investigadora, obteniendo el título de doctor en 1995 por la Universidad de Sevilla; comenzado su trabajo docente en El Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Córdoba en el curso 1997-98 y obteniendo por oposición la plaza de Profesor Titular de Universidad en 2001. Su labor investigadora en el ámbito de la historia del arte ha sido amplísima, entre la que destacamos Iconografía de Córdoba, Córdoba, 1999; junto a otras muchas publicaciones sobre cartelería, iconografía, imaginería, didáctica del dibujo, etc.

Ya en los primeros momentos de su vida artística, al ser preguntado por cómo denominaría el tipo de pintura que realiza, la calificó como “realismo expresionista”, dimensión en la que otros críticos e historiadores del arte igualmente le situaron.

Desde sus comienzos se ha sentido identificado con el expresionismo, aun cuando los autores más destacados de este movimiento, como Kukoschka, Marc, Rouault, o Chagall, no le atraigan demasiado y si se sienta más identificado con Goya en su última época.

Sus obras emergen de un ensimismamiento del que emerge la proyección de un mundo íntimo y subjetivo. Ello le lleva a una experimentación reflexiva, intuitiva y experiencial con diversos materiales, investigando los efectos visuales e emocionales de los mismos.

Es manifiesta su insatisfacción, lo que se transmite en una inquietud, tanto temática como técnica. Este es un síntoma de su nivel intelectual que traslada a su actividad creativa.

Su inquietud técnica le lleva a emplear diversos elementos, además del académico pincel y lienzo, en la búsqueda de efectos apropiados al mensaje plástico que pretende conseguir. Así, trabaja con acrílicos, ceras, lápices, tintas,…, y como soporte el papel; todo ello en función de la finalidad perseguida, que emerge como realidad acuarelada y transparente en la que las veladuras acrecientan sensaciones únicas.

Según el pintor “su obra no está totalmente desprovista de clasicismo, sino que en ella, la creación surge a través de las destrucción de formas”.

En toda su trayectoria artística se aprecia un compromiso por el dibujo y la investigación pictórica, por lo que en los últimos años está centrado en el estudio de la forma y el color, y entre el fondo y la forma, así como en la dicotomía que ofrecen. Estos aspectos, al igual que la simetría, suponen en sí las relaciones básicas de la pintura; vertiente que le sirve de campo experimental para sus obras.

Así como en sus primeras obras la figura se ofrece como elemento central de la composición, si bien arropada por fondos y otros elementos que contribuyen a la escenografía, en los últimos años se ha centrado más en las naturalezas muertas o bodegones.

En ellos se aprecian ciertas reminiscencias cezanianas, tanto por el tema como por las sugerentes formas en las que el color se presenta más matérico; a ello hay que apreciarle los atisbos de abstracción, las trasparencias, y las ricas gradaciones cromáticas que generan llamativos ritmos que sugieren visiones especulares.

En ellos, bajo una actitud de verdadera investigación técnica, ofrece al espectador una variada creación en la que mediante diversos enfoques consigue estimular su atracción.

A modo de selección, podemos citar algunas de estos bodegones representativos de su amplia creación, comenzando con Manzanas y botellas, 1999; en donde lleva a cabo una síntesis de transparencias, gradaciones y contrastes cromáticas, dentro de un aire cubista cezaniano. Sin embargo, en Limones, 2001, suavizará la fuerza del color y dejará que las reminiscencias clasicistas generen un remanso visual.

En Bodegón con fruta y pescado, h. 2013, conjuga unas formas figurativas, insinuadas entre fondos fríos, preferidos por el pintor, con destellos y veladuras que dan calidez a la composición.

Una composición de notable fuerza expresiva es Frutero con granás, 2014, en el que las formas figurativas se ven envueltas por la viveza abstracta y especular. Más atrevida, sugerente y dotada de transparencia es Degustación, 2019, en la que opta por el análisis de una luz que transita por los vidrios y hace emerger el suave y aterciopelado color.

En Pecera con frutas rojas, 2019, elige la fragmentación y el deslizamiento de las secciones para dar movimiento a la composición, así como el empleo de un cromatismo más denso y vivo. Finalmente, en Frutas en bazar y Frutas en cascada y jarrón clásico, ambas de 2019, dentro de una atmósfera de azules compone una sugerente dinámica de frutas en las que los colores cálidos emergen generando un torrente de vitalidad visual.

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